Mujer de hermoso ornato, te persigo
en la noche, a duras penas te persigo
aunque en vano lo haga,

busco tu miel, tu terciopelo, tus ingles tan convexas,
la encrucijada de tus pechos,

tu boca basculante,

todo lo que ya es sólo


la sombra de tu cuerpo en medio de la sombra.

¿Son tuyas esas huellas,
charquitos no de lágrimas,
de sudor, de saliva, de dulces secreciones,
son tuyos esos rastros,
savias irrestañables que transitan
al filo de tu cuerpo y aún perduran
después de tantos años
de haber sido sin más dilapidadas?

Si sabes que te busco, si finalmente
acudes, detente, no lo hagas.
Ninguno de los dos sabrá quién es el otro.

Caballero Bonald